martes, 3 de abril de 2007

...Sin explicaciones...

"Un cachorro de león de pocos días se perdió de su manada y fue encontrado por una manada de puercos. La mamá puerca adoptó al leoncillo quién creció creyéndose ser un puerco, viéndose a sí mismo como un puerco y comportándose en todo como un puerco. Pasaron los años y un día el león ya adulto se encontró con Ari, un anciano y sabio león perteneciente a aquella manada de la que procedía nuestro amigo y se había perdido. El pobre Puerco-león casi se muere del susto y del miedo a ser devorado. Todo su cuerpo temblaba como una hoja seca al viento. La ansiedad y la angustia le impedían respirar y el corazón galopaba en una veloz y loca carrera hacia la muerte; sus ojos estaban nublados por el pánico y todo él se hallaba al borde del desfallecimiento. Ari, percibiendo la lamentable situación del pobre Puerco-león le dijo: -No temas joven amigo, no voy a causarte ningún daño; además, ¿por qué tanto terror sí eres un león como yo? A lo que el Puerco-león, ya algo recuperado tras comprobar que no iba a ser sustento de Ari, respondió enérgicamente: -¡Oh no, yo no soy un León, yo soy un Puerco! ¿Acaso estás ciego? ¿No me ves?… y siguió defendiendo lo que creía su identidad mientras pasaba por diversos estados de angustia, pánico y dolor, hasta que Ari, ese sabio y venerable león, recordando aquel tierno leoncillo de días que se perdió de su manada comprendió lo que le ocurría al pobre Puerco-león y le dijo: -Ven conmigo, joven amigo, ven a que nos reflejemos en las aguas limpias y autenticas para que descubras tu verdadera identidad. Fueron los dos y al mirarse el sorprendido, dolido y temeroso animal y constatar que era en todo igual a Ari, vio como había vivido y se había tenido como un Puerco cuando en realidad era el Rey de la selva. Y ya acorde su vida y su mente con su realidad, sintió un profundo dolor no sólo por todo lo que había vivido y se había perdido, sino también por tener que abandonar aquella manada de puercos y tener que abandonar su propia imagen de puerco, con la que había sobrevivido, con la que se había defendido y a la que se había apegado como su única posibilidad.”
Este cuento nos ilustra lo importante que es el despojarnos de falsas imágenes sobre nosotros mismos y lo importante que es el aceptarnos tal y como somos, seamos como seamos.Despojarnos de falsas imágenes, de corazas y máscaras es un arduo que dista mucho de ser fácil y placentero. Es obvio que deshacer la estructura que tan eficazmente construimos desde la más tierna infancia, la estructura que nos ayudó a sobrevivir cuando carecíamos de casi todo, y con la que tan eficientemente nos hemos defendido y separado de la vida tiene forzosamente que suponer valentía, decisión, voluntad, esfuerzo, constancia, disciplina, tenacidad, firmeza y otras muchas cosas que comúnmente pensamos no poseer, cayendo en una auto-complacencia e “idolatría” –adoración de todos esos roles, identidades y escenarios aceptados: adoración de los falsos yo que nos conducen al abandono. Irremediablemente sentiremos entonces un agudo dolor, además de ansiedad y angustia. Pero no hay que decaer, ya que el dolor, el miedo y la angustia no son debidos a lo que se obtiene, sino a lo que se pierde. Y justamente es lo que se pierde lo que nos mantiene como esclavos y prisioneros de la represión, de la ignorancia y de las falsas creencias sobre nosotros mismos. Una vez desnudos ante nuestros propios ojos, comprobaremos que ni somos tan malos, ni tan buenos como creíamos; que somos unos seres humanos preciosos y llenos de recursos; que somos frágiles, vulnerables, débiles… y que justamente por eso, podemos ser flexibles y fuertes; porque no son las rigideces lo que nos hacen fuertes, sino la flexibilidad, la tolerancia, la aceptación, tanto con nosotros mismos como con los demás. Las creencias omnipotentes sobre nuestro ser y estar, nos aíslan, nos recubren de un manto de soberbia y pedantería que actúa en quienes nos rodean como el DDT para con los insectos, y nos hace residentes de la soledad sin remedio.De modo que una cosa es el ser y otra es el parecer, cosa eso del parecer que tiene más que ver con el tener y el hacer. En mi opinión, las máscaras y corazas -cosas del parecer- son todos los roles y escenarios con los que nos identificamos y confundimos creyendo “a pie juntillas” que eso y sólo eso somos nosotros. Esos roles y escenarios “aceptados” fiscalizan, comprimen, constriñen y sojuzgan todo cuanto en realidad somos, hacemos, decimos y pensamos, negándonos el camino hacia el crecimiento y hacia la luz de lo que realmente somos. La energía que queda bloqueada en esas máscaras produce los bloqueos y corazas en el cuerpo trazando caminos de somatizaciones e insuficiencias. Máscaras y corazas componen todas las falsas “creencias” sobre nosotros mismos, velando nuestro verdadero ser, sea el que sea, a la vez que articulan nuestra confusión de identidad e identidades con las que en realidad nos defendemos de “presuntos ataques reales y/o imaginarios” que bien pudieron existir, o pudimos leer que existían en el pasado remoto de nuestra tierna infancia, pero que ya no existen en nuestro presente ni mucho menos en nuestro futuro. Pero seguimos leyendo la realidad con los mismos miedos y seguimos respondiendo con los mismos patrones infantiles quemando, malgastando y perdiendo inútilmente nuestra energía. Entretanto, todo lo que rechazamos –conscientes o no- configura el reino de la sombra donde yace dormida la Verdad, esto es, nuestra propia esencia.Así pues, sólo existe un camino hacia la armonización del ser, y este camino pasa por desnudarse y redescubrirse. Ese es el camino hacia el auto-conocimiento y la expansión de la consciencia que posibilita armonizar “el ego” y, al ir alumbrando las máscaras y corazas, iluminar simultáneamente la sombra. Ahora, a ustedes les toca decidir: seguir cargando con máscaras y corazas o ser ustedes mismos...

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